“Hemos nacido para luchar”: A dos años de la muerte de Teo y Tafur

Recogí tres hojas del suelo afuera de la casa de Doña Ana, la mamá de Teófilo Manuel Acuña Ribón. Él y su compañero Jorge Alberto Tafur Acuña, fueron dos líderes sociales campesinos que hicieron parte de la Comisión de Interlocución del Sur de Bolívar, Centro y Sur del Cesar, Sur del Magdalena y Procesos de los Santanderes (CISBCSC), del Coordinador Nacional Agrario (CNA) y del Congreso de los Pueblos. A ambos los asesinaron el 22 de febrero del 2022, estábamos conmemorando su partida. Pensé en envolver sus rostros en ellas -las hojas- para que se sintieran otra vez ahí, sentados bajo la sombra de un árbol una tarde calurosa en Magangué; para darles vida, un poco, como lo hacen cada día las personas que les aman, que deciden vestirse con sus rostros en el pecho y cantar vallenatos que entonan sus nombres.

La agenda había empezado un día antes de ese pensamiento mío, el miércoles 21 de febrero, en El Antojo, vereda del municipio de Tiquisio, Bolívar. El trapiche que había logrado construir la comunidad hacía unos años con la ayuda de Teo y Tafur se vistió de niños y niñas, campesinos y campesinas comiendo sancocho, coplas y poemas a micrófono abierto, pilanderas vestidas de rojo, guarapo fresco y carteleras que decían “La vida sabe a panela, el campo no para”.  Más temprano habían socializado el plan de acción de la Comisión de Interlocución previsto para el 2024, como un intento —así lo afirma Nelson Ceballos, uno de sus representantes— de materializar su propuesta política para seguir fortaleciendo el movimiento social y el legado que dejaron sus compañeros a nivel local, regional y nacional.

Ese día visitamos la escuela a la que habían ido ellos hacía mucho tiempo cuando eran pequeños; un sol intenso nos acompañó y yo llevaba grabada la frase que dijo Claudia Machuca en nuestro gran círculo de la palabra: “Si supiera la gente que los mataron el daño que nos hicieron, a todo sitio donde vamos estamos marcados, pero aquí nos seguimos manteniendo”. La llevaba grabada porque mi mente de verdad se esforzaba en imaginar la marca infinita que a esa mujer la hacía llorar.

Los conflictos socioterritoriales y ambientales que han vivido históricamente las comunidades del Magdalena Medio, el Sur de Bolívar, Santander, el Centro y Sur del Cesar, han estado relacionados, además del conflicto armado, con la ganadería extensiva, la siembra de monocultivos y cultivos ilícitos, la extracción a gran escala de minerales e hidrocarburos, y la planeación de proyectos de infraestructura sobre carreteras y ríos. Ese, evidentemente, es un ecosistema hostil para el campesinado, sobre todo cuando éste se esfuerza en reivindicar sus propios poderes y derechos sobre la vida y la permanencia en el territorio.

Por ejemplo, en su propio Atlas del Conflicto, resultado de un proceso investigativo del Instituto Nacional Sindical con las comunidades, se evidencia la relación de esos factores con las altas cifras de violación a los derechos humanos, que en la zona van desde amenazas, asesinatos, desapariciones, hasta desplazamientos y más. La necesidad de realizar dicha investigación surgió de la misma población bajo el ánimo de comprender la lógica de estas dinámicas extractivas en su territorio. Hoy, entonces, la comparten como guía ilustrada con datos georreferenciales, cuantitativos y descriptivos para que otros, como yo, podamos entender lo que pasa.

Para el 2022, según Indepaz, fueron asesinados 189 líderes sociales y defensores de derechos humanos en Colombia, Teófilo y Tafur hicieron parte de esa lista. Los medios registraron la noticia señalando la escena que había ocurrido en frente de familiares y amigos y, también, los antecedentes de amenazas que habían recibido días antes, que involucran a un alcalde, un terrateniente y a la policía.  Al 26 de febrero del 2024 ya iban 25 homicidios de este tipo.

El jueves 22, antes de mi recolección de hojas de un árbol desconocido, habíamos viajado a Magangué, Bolívar, a visitar la tumba de Teo, la casa de su madre y la casa de su hijo.  Luego, nos devolvimos todos y todas a Tiquisio, en busca de la de Tafur. Allí, Don Gustavo Pérez —viejo amigo y compañero de ambos— dijo algo preciso frente a esta situación: “Tantos líderes que han muerto por la lucha, pero todavía, gracias a Dios, nos preservamos. Debemos ser valientes y seguir adelante para que ese legado no se termine.”

Así, muy valientemente, los procesos de lucha y liderazgo en estas regiones llevan fortaleciéndose desde los años 80 hasta hoy, con un enfoque formativo sobre procesos productivos, de memoria, recuperación y restauración por y para los campesinos.

“Hemos nacido para luchar. Luchar por la vida, por el agua, por el oxígeno, por la tierra, y por los compañeros que nos dejan el ejemplo de lucha, y le transmitimos a las generaciones toda esta lucha que es una lucha pacífica. No hay establecido un artículo en la constitución que la prohíba o que prohíba cultivar y defender el territorio”, dijo David Ballesteros, integrante de la Comisión de Interlocución.

Al mismo tiempo, ese día en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, se realizaban actividades en conmemoración de la muerte de estos dos hombres-nombres-hermanos. La agenda se prolongó hasta el sábado 24 de febrero, en Barrancabermeja, con la socialización del Atlas de Conflictos Socioterritoriales y Ambientales, sumado a varias puestas en escena simbólicas que los homenajearon.

Sobre ese viernes, Pedro Chaparro del CEDINS resaltó la participación que hubo de las diferentes comunidades en el cierre, pese a ser una región que está siempre en disputa, en la que hoy en día se siente nuevamente la intención de sembrar el terror del paramilitarismo, del desplazamiento, del homicidio, pues “allí estuvieron por encima del miedo”. Allí, por lo menos, según la Defensoría del Pueblo, habitan estructuras armadas como en ELN y las AGC.

Milena Ochoa, del Instituto Nacional Sindical y del Congreso de los Pueblos, contó que el propósito de esta semana de encuentros, era “poder integrarnos nuevamente, poder desarrollar un proceso de denuncia, de exigibilidad ante el asesinato de nuestros dos compañeros, pero fundamentalmente hacer un homenaje a su legado, a su lucha, a los procesos políticos y organizativos que ellos impulsaron en toda la región, que sin duda continúan en este momento. Recuperando tierra para la vida, como lo decía Teo”.

De vuelta a Medellín, mientras dejaba atrás una forma inconcebible —hasta entonces para mí— del sol en la madrugada, pensé que, de todas formas, estar tranquilo bajo la sombra de un árbol una tarde calurosa en Magangué, o en cualquier municipio cercano, no siempre sería un alivio. Parece que amar la vida siempre es un peligro. Sin embargo, seguía valiendo la pena mi idea porque, bueno, a todos nos dolía la imagen de dos hombres armados disparándole a Teófilo y a Tafur una noche en Puerto Oculto, Cesar, y era mejor dejarlos grabados entre el verde de una hoja fresca que acaba de caer, precisamente, por su fascinación y alegría.

Fuente: Prensa Periferia / Por Natalia Bedoya Alcaraz, con apoyo investigativo de Juliana Marín

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