Pensamiento crítico. ¿Qué significa la entrada de Argentina a los BRICS?

Alberto Fernández confirmó la entrada de Argentina a los BRICS. También Egipto, Etiopía y los Emiratos Árabes Unidos se unirán a Arabia Saudita e Irán para convertirse en miembros plenos del bloque comercial conocido por el acrónimo BRICS en enero de 2024.

El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, dio por concluida este jueves la Cumbre de los BRICS –un acrónimo de “países emergentes” integrado por Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica– que se desarrolló en Johannesburgo, Sudáfrica. Allí se discutieron centralmente las nuevas incorporaciones al bloque económico y comercial de los 67 países que habían presentado su solicitud de integración. Entre los países 6 que ingresarán en enero de 2024 se encuentra la Argentina.

Luego de largas discusiones internas –y después de que trascendiera durante el día de ayer que se postergaría cualquier decisión sobre ampliaciones del bloque– se resolvió la incorporación de seis nuevos países al bloque: Argentina, Irán, Arabia Saudita, Etiopía, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos. Estas naciones se convertirán en miembros de los BRICS a partir del 1 de enero de 2024.

La noticia llega en un momento de fuerte incertidumbre económica y política en Argentina atravesado por el período de elecciones nacionales y el ascenso de partidos de derecha en el país.

La pertenencia al BRICS podría despejar la posibilidad de que la Argentina acceda a financiamiento del Banco de Desarrollo que fundaron esto países, aunque para eso debería completar el aporte de la cuota con la que los países miembros capitalizaron a esta institución. En lo inmediato no tendrá grandes impactos en materia de créditos.

El Presidente argentino Alberto Fernández, que se ausentó de la Cumbre en Johannesburgo –de la que no se esperaban grandes novedades–, envió un mensaje a la población tras la aprobación del ingreso del país al bloque, en el que destacó: “Formar parte de los Brics significa ser parte de un bloque que actualmente representa el 24 % del PBI global, el 16 % de las exportaciones y el 15 % de las importaciones mundiales de bienes y servicios”.

Por su parte, Patricia Bullrich de Juntos por el Cambio hablando ante representantes de más de 600 empresas en la Cumbre AmCham de 2023 en Buenos Aires, dijo que “No vamos a ir a los BRICS”. Esto lo volvió a afirmar durante el Council of The Américas este jueves. Durante la sesión de preguntas y respuestas en aquella cumbre en mayo de este año, dijo también que sus aliados geopolíticos serían las “democracias” de Estados Unidos, Europa occidental e Israel.

Aunque el acrónimo BRICS (inicialmente BRIC, que no incluía a Sudáfrica) fue propuesto inicialmente por Jim O’Neill, miembro de Goldman Sachs, para designar las oportunidades de inversión de este grupo de países, los así designados decidieron asociarse en 2008 como bloque, para hacer pesar la voz de estas potencias intermedias, y negociar desde otra posición con los imperialismos nucleados en el G-7.

La alianza económica representa hoy el 22% de la superficie continental, el 42% de la población mundial, el 24% del PBI mundial y contribuyen con el 16% de las exportaciones y el 15% de las importaciones mundiales de bienes y servicios. Estos números son asombrosos, pero debemos tener en cuenta que también son muy diversos en población, PIB per cápita, geográficamente y en composición comercial. Incluso entre sí sus políticas internacionales son muy diversas o están en desacuerdo. Por ejemplo, China con India; Brasil con Rusia; Arabia Saudita con Irán. Y todos estos incluso sus relaciones con Estados Unidos están superpuestas y son diversas.

China es claramente el actor más poderoso del bloque, aunque obligado a negociar con actores que no siempre comparten la mirada de Pekín respecto de los problemas de la gobernanza global. India o Sudáfrica, por ejemplo, tienen una relación de mucha mayor cercanía con EE.UU. que China o Rusia, hoy sometida a sanciones por la guerra en Ucrania. Brasil, durante los años de Bolsonaro, congeló las relaciones con el bloque, que durante su presidencia estuvo cerca de entrar en punto muerto, al menos en lo que respecta a la participación del socio sudamericano.

Tomado de conjunto y más allá de las posturas de los países que lo integran, el bloque BRICS plantea algún nivel de desafío al dominio de Estados Unidos y Europa bajo las banderas de la cooperación Sur-Sur. Entre otras cosas, creó instituciones propias de cooperación y financiamiento para el desarrollo. Sin embargo, sus principales cláusulas están atadas a agotar instancias de ayuda económica a organismos como el FMI. Los países tampoco pueden acceder a financiamiento del banco de los BRICS si tienen incumplimientos con este organismo. Recordemos que la deuda argentina con el Fondo Monetario alcanza los 44.500 millones de dólares a partir del préstamo otorgado en 2018 al ex presidente Mauricio Macri.

Uno de los puntos en los que viene trabajando el bloque, aunque los avances son muy incipientes, es en impulsar el uso de monedas nacionales en el comercio y transacciones financieras entre los países, evitando así al dólar y el sistema de pagos SWIFT.

En pocas palabras, las nuevas incorporaciones, incluyendo la de Argentina, puede significar un avance relativo para China que lidera el bloque. Pero también agrava la heterogeneidad del bloque, ya que países como Arabia Saudita son claramente subordinados a EE. UU. Esto hace que la alianza sea aún débil.

Al gobierno de Alberto Fernández le permite acercarse al final de su gobierno mostrando algún saldo internacional. Para los opositores, Milei o Bullrich, impulsores de la continuidad de una relación privilegiada con EE. UU. solo puede traer rechazo profundizar la asociación geopolítica con Rusia o China (Milei viene de decir días atrás que iba a cortar el comercio con ese país, de lo que tuvo luego que desdecirse).

Lo que es importante tener claro, más allá de las ilusiones que desde sectores con miradas “campistas” de las relaciones internacionales se suele inferir, es que el desafío que este bloque pueda plantear a las grandes potencias imperialistas –con los límites que ya señalamos más arriba– no lo convierte en un aliado de los pueblos oprimidos. No representan ninguna alternativa de “hegemonía benigna” en el orden internacional. Es necesario romper con el imperialismo y sus instituciones financieras como el FMI, pero sin reemplazarla con la integración subordinada en bloques alternativos impulsados por la potencia en ascenso que actúan de las mismas formas de expoliación económica.

 

Fuente: Resumen Latinoamericano

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