EXCLUSIVO. Injerencias neoimperialistas al Sur I: De la Cristiandad al racismo científico.

La reflexión sobre los acontecimientos de las oligarquías que aspiran a dominar el mundo, y las resistencias que les enfrentan, comienza con la división ocurrida en el movimiento cristiano en el ámbito latino, hasta llegar a las protestas actuales contra el genocidio del pueblo palestino. Ahora se abordará la primera parte de un conjunto de tres artículos, para comprender los intereses que han impulsado al viejo imperialismo y al nuevo imperialismo (usualmente nombrado como neoimperialismo).

 

Ubicamos a grandes rasgos el comienzo de la expansión del viejo imperialismo que aún nos influye, dentro de una disputa interreligiosa entre elites de diversas religiones mediterráneas, la cual históricamente desembocó en largos conflictos interimperialistas. Ejemplo de tal vocación oligárquica puede encontrarse en la historia del autoritarismo religioso cristiano, que comienza con el cambio del Cristianismo originario del mesías Jesús de Nazaret (el Cristo resucitado) hacia la Cristiandad imperialista, gracias a la conversión religiosa del emperador Constantino I ‘El Grande’ (306) bajo una visión del mundo generalmente neo-platónica en lo filosófico, y aristotélica en su lógica. Esta cristiandad luego fue seguida por los líderes cristianos de la iglesia del Oriente (Orígenes, Basilio, Eusebio, Gregorio, Ireneo) y en la iglesia de Occidente (Tertuliano en el año 207) y Agustín de Hipona (año 385). Para expandir esa cristiandad, Constantino convocó un sínodo de obispos cristianos: el 1er. Concilio de la Iglesia católica, apostólica y romana, realizado en junio de 325 en la ciudad de Nicea de Bitinia, donde salió ‘editada’ la versión oficial de La Biblia.

 

Posteriormente a esto prosiguió una cristiandad germánica, conformando así una Europa de Cristiandad, que predominó al bautizarse como cristiano católico el rey germano Recaredo (589), quien convocó el III Concilio de Toledo. Una cristiandad absolutista y prejuiciada que ejecutó exterminios periódicos de población judía en Europa entre los años 500 y 1500, y que desde el IV Concilio de Letrán (1215) obligó a partir de 1218 a la población judía europea -británica- a llevar una insignia en el pecho que les distinguiese de la población cristiana, ocasionando segregación en guettos medievales por el Statutum de Judeismo de 1275. Una cristiandad despótica y bélica, asimismo inspirada en el obispo cruzado Bernard de Fontaine de Claraval (1113) y el teólogo nominalista inglés Guillermo de Ockham (1323) -y en parte por sacerdote católico cordobés Juan Ginés de Sepúlveda (1550)-, la cual influyó en la Tarea de Weismar (1883) del reformador teológico alemán, anticampesino y antijudaico Martin Lutero, quien enfrentó la revuelta campesina de 1524 liderizada por Thomas Müntzer.

 

«Cristiandad acompañada por Juan Calvino (1533), quien promovió en Ginebra una teología de la Reforma que posteriormente, de la mano de neofundamentalistas, planteaba asumir el dominio de la tierra como tomar el dominio sobre la sociedad y reconstruirla según los principios bíblicos: luego, la Biblia prometía a los cristianos el dominio político sobre todas las naciones.»

 

 

 

 

Cristiandad acompañada por Juan Calvino (1533), quien promovió en Ginebra una teología de la Reforma que posteriormente, de la mano de neofundamentalistas, planteaba asumir el dominio de la tierra como ‘tomar el dominio’ sobre la sociedad y ‘reconstruirla’ según los principios bíblicos: luego, la Biblia prometía a los cristianos el dominio político sobre todas las naciones. Tal cristiandad de origen romano y teutónico, en su versión más autoritaria y patriarcal, ha influido a los posteriores grupos neofundamentalistas -incluso aquellos sionistas-, y sobre todo en las oligarquías que se apoyan en estos grupos.

 

De Europa vino a nuestro continente esa influencia religiosa y eurocéntrica de origen anglosajón, teutónico y latino, y especialmente, por colonización e inmigración de algunas oligarquías. Ejemplo de ello son en el sur los Welsares, y en el norte las Deutschamerikaner o familias estadounidenses de origen alemán, el grupo de ascendencia étnica más grande allí desde 1680 (como las familias Bush, Disney, Gates, Jobs, Kissinger, Musk, Nixon, Obama Dunham, Rockefeller, Roosevelt).

 

Algunos de estos ancestros alemanes eran judíos (varios sionistas) y teutones (nazis, neonazis, o pronazis). Un ejemplo es el clan Rockefeller en el periodo 1723-1853 de emigración desde Coblenza (Alemania) a Cleveland (Ohio) en 1853. También hubo sionistas de origen judeoalemán en estas migraciones: desde 1743 con Amschel Moses Bauer en el gueto judío de Fráncfort del Meno (Alemania) y su hijo Mayer Amschel ‘Rothschild’ (representante de la Corte de Guillermo I en 1769). Tal relación entre la Monarquía y la Burguesía conllevó a que la rama austríaca de los Rothschild recibiera baronías hereditarias del Imperio de los Habsburgo por el emperador Francisco I de Austria en 1816, y que la rama británica fuese elevada a la nobleza inglesa por la reina Victoria.

 

El proceso de transición de poderes entre la Monarquía y la Burguesía también lo fue en el poder de quienes disponían de los saberes: el conocimiento que históricamente venían manejando clericalmente desde las religiones, encubrió ‘aparentemente’ su aspecto dogmático al ser traspasado a una nueva oligarquía -también religiosa- pero que se presentaba como laica, ‘secularizada’. Es lo que ocurrió entre 1620-1624 con el canciller inglés calvinista, inquisidor y antifeminista Francis Bacon, padre del método científico inductivo y súbdito del príncipe James I de Inglaterra.

 

En ese momento los latifundistas Británicos, propietarios de plantaciones caribeñas de azúcar, interpretaron de manera racista la resistencia cimarrona, por lo que inventaron el mito de ‘la pereza india y negra’ por parte de seres incivilizables. Eso dio pie a que el racismo espiritual que ya habían aplicado contra los pueblos europeos, derivase en un racismo científico según las nuevas ideologías. Fue una época dominada por la ideología racista en el campo de la ciencia europea: para 1750 el anatomista holandés Petrus ‘Peter’ Camper estableció una taxonomía de razas humanas a partir de los cráneos, donde los blancos de origen griego estaban en el estrato superior y los negros eran situados cerca de los monos primates. Esto condujo luego al anatomista y fisiólogo francoalemán Franz Joseph Gall a crear la Frenología (1806).

 

Ese fue uno de los contextos en los que hubo migraciones anglosajonas, teutónicas y judías al continente americano, las que ocurrieron en un escenario de conjunción conflictiva de esclavitud, feudalismo y mercantilismo, de conformación del Capitalismo como un sistema que surgió por el esclavismo, según los trinitarios Oliver Cox y Eric Williams. Sin acabar con el racismo, el movimiento burgués de abolición de la esclavitud en el Caribe holandés e ingles (o Abolicionismo) durante el período 1760-1830, se presentó como un ‘imperialismo benévolo’ al usar como excusa el mito de la ‘carga del hombre blanco’, destino donde se proponían civilizar imperialmente con prácticas de violenta colonización, las que implicaron la destrucción cultural (etnocidio por tutelaje e imposición religiosa) y humana (genocidio y feminicidio) contra cientos de miles de personas biologizadasanimalizadas… deshumanizadas.

Fuente: Huele a azufre / Héctor Gutiérrez García

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