El caótico atropello que prepara Milei (I). Segunda entrega

En Huele a azufre nos sentimos honrados de difundir la segunda entrega de un análisis, amplio y detallado, que desarrolló el autor a pocos días de efectuarse la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Argentina, en la que resultó ganador Javier Milei. 

 

Thatcherismo y bolsonarismo

 

El agrupamiento forjado por Milei incluye una gran variedad de grupos fachos, pero su proyecto no es fascista. Contiene sectas violentas como Revolución Federal, involucradas en el intento de asesinato de Cristina y patotas que despliegan amenazas con el logo de los Falcon Verdes. También considera despachar provocadores contra los manifestantes opositores (¨orcos¨).

 

Pero el fascismo, como régimen tiránico asentado en el despliegue del terror contra las organizaciones populares para doblegar un peligro revolucionario, no está en el horizonte inmediato. Milei tiene un propósito thatcherista de modificar las relaciones de fuerza, quebrando las poderosas organizaciones populares del país.

 

Seguramente buscará zanjar a favor de las clases dominantes algún conflicto social emblemático, como fue la huelga de los mineros en Inglaterra (1984). En lo inmediato tratará de salir airoso del choque que suscitará su mega ajuste. El resultado de esa primera batalla será determinante de las confrontaciones posteriores.

 

Bolsonaro es el principal antecedente y referente de Milei. Esa afinidad quedó explicitada en la acelerada invitación que recibió el ex capitán, para concurrir a la asunción del 10 diciembre. Ese convite afecta a Lula y al consiguiente vínculo con el principal socio económico de Argentina.

 

Milei alaba a Occidente, ensalza a Estados Unidos y teatraliza su fanatismo por Israel con tributos a un rabino medieval. Despotrica además contra China, que es el gran mercado de los bienes primarios del país. Bolsonaro desplegó la misma retórica, pero finalmente optó por el pragmatismo con Beijing bajo la presión de los agroexportadores brasileños.

 

El libertario debuta repitiendo la tónica inicial del militar brasileño. Colocó exóticos individuos en puestos claves del manejo estatal, en conflicto con los funcionarios experimentados que sugiere el establishment. Un clonador de caballos al frente del Conicet y un abogado con pergaminos emitidos por los medios de comunicación ya emulan las escandalosas designaciones de Bolsonaro. También la incipiente tensión con figuras de la derecha tradicional y el resquemor de los grandes medios de comunicación emparentan a ambos procesos.

 

Pero Bolsonaro es también el ilustrativo espejo de un autoritarismo frustrado. Al igual que Trump, su ambición tiránica incluyó un fallido golpe de estado que afectó su carrera. El libertario criollo espera evitar derrotas de ese tipo.

 

EXPLICACIONES Y COMPARACIONES

 

¿Cómo se explica el éxito electoral de un personaje tan nefasto como Milei?

 

Muchos balances enumeran factores sin jerarquizar las causas de ese resultado. El desastre económico potenciado por el gobierno de Fernández determinó la victoria del libertario. Los votantes rechazaron un oficialismo que toleró el 120% de inflación y expandió la pobreza por encima del 40%. El discurso progresista disfrazó un ajuste que generalizó el status de trabajador formal pobre. Las promesas de Massa fueron poco creíbles y su oponente capitalizó esa desconfianza.

 

El grueso del electorado atribuyó la responsabilidad del desbarranque económico al gobierno. Podría haber culpado a los grupos capitalistas o a las presiones destituyentes. El gobierno venezolano y los dirigentes cubanos doblegaron a la oposición demostrando ese tipo de acoso, en condiciones económicas comparables a la Argentina.

 

Lo que pulverizó al peronismo en las urnas fue la inacción política ante un gran deterioro económico. Esa parálisis comenzó con la agachada inicial en el caso Vicentín y se consolidó con el sometimiento al FMI. La culpabilidad directa de Alberto salta a la vista, pero la responsabilidad de Cristina no es menos relevante.

 

CFK renunció a librar la batalla contra la degradación económica y se limitó a señalar adversidades con mensajes elípticos. Desde la vicepresidencia podría haber introducido un cambio de rumbo, luego de la contundente advertencia que irrumpió en los comicios de medio término. En ese momento Milei tan sólo despuntaba como una pequeña fuerza en formación.

 

Cristina tampoco impulsó una reacción acorde a la gravedad del atentado contra su vida y el broche final fue la renuncia a su candidatura. Esa actitud de resignación contagió a la militancia y desmoralizó a sus seguidores. Fue una postura inversa a la que adoptó Lula para confrontar con Bolsonaro.

 

La exitosa batalla contra la ultraderecha que se libró en Brasil, Colombia y Chile demostró que la derrota de personajes semejantes a Milei es posible, cuando se motorizan reacciones democráticas masivas.

 

En los últimos meses esas respuestas despuntaron en el país, con iniciativas de estudiantes, artistas y vecinos. Pero esa micro militancia del progresismo no alcanzó para contener la oleada violeta, que coronó cuatro años de frustraciones con el presidente elegido por Cristina. El veredicto final fue anticipado por el contraste de los actos de cierre. Massa se reunió con un reducido grupo de estudiantes secundarios, mientras Milei llenaba las calles de Córdoba.

 

El desenlace electoral argentino presenta ciertos parecidos con el triunfo de Bolsonaro en el 2018. La misma sorpresa (y desazón) que generó ese resultado se verifica actualmente en el país. El miedo suscitado en Brasil por un desvariado capitán fue inferior al hartazgo corporizado en la figura de Hadad. Y las frustraciones acumuladas con Dilma se asemejaron al desengaño con Fernández.

 

Pero también es cierto que la desastrosa gestión Bolsonaro incentivó el resurgimiento posterior de Lula. Ese antecedente aporta cierta advertencia contra los pronósticos de inexorable declive del kirchnerismo y ocaso definitivo del progresismo.

 

El principal trasfondo común de ambos contextos ha sido la ausencia de resistencias sociales significativas. En Brasil la oleada de protestas del 2016 desembocó en un sostén al bolsonarismo y en Argentina la tradicional pujanza del movimiento sindical quedó achatada en los últimos cuatro años.

 

INTERPRETACIONES Y JUSTIFICACIONES

 

La canalización ultraderechista del descontento con los gobiernos progresistas no es una singularidad argentina. Milei reproduce las mismas tendencias que se verifican en otras latitudes. Se ufana de ser el ¨primer presidente liberal-libertario del mundo¨, pero variantes de mismo tipo gobiernan desde hace tiempo en varios países.

 

Es cierto que la pandemia facilitó la avalancha de corrientes reaccionarias, pero los oficialismos de ese signo fueron igualmente castigados por el impacto de la infección. Alberto Fernández receptó el mismo malestar que afectó a Trump y a Bolsonaro. Ese repudio electoral no se extendió, además, a todos los progresismos. López Obrador por ejemplo salió airoso de la prueba

 

Se han expuesto muchas evaluaciones de los efectos psicosociales de la pandemia y de la desestabilización emocional que generó en las jóvenes camadas. Algunas interpretaciones estiman que esa conmoción potenció las pulsiones

autodestructivas que bordean a la sociedad. Pero es un abuso extrapolar esas evaluaciones al campo político para explicar la victoria de Milei. Las principales causas del éxito ultraderechista se ubican en los visibles ámbitos de la degradación económica y la defraudación política.

 

Es evidente que Milei navegó con el viento de cola que aporta la reacción ideológica neoliberal contra progresismo. La precarización del empleo y la erosión de las prestaciones sociales del Estado deterioraron la imagen positiva de la actividad pública.

 

Los libertarios se montaron en ese desgaste para propagar los mitos del individuo emprendedor y autosuficiente, sin aportar un sólo ejemplo de viabilidad de esas creencias. Su enaltecimiento del consumo también convergió con esas presunciones, porque en el último bienio se convirtió en un inesperado refugio para lidiar con la inflación y la imposibilidad del ahorro.

 

Milei usufructuó de una oleada de reacción conservadora. Con ese vendaval atacó la “ideología de género” y el “marxismo cultural” anticipando actitudes inquisidoras. Seguramente archivará sus odas a la tolerancia liberal, para implementar las persecuciones que promueven los cavernícolas de su equipo. Benegas Lynch ya lanzó una campaña para derogar el aborto y atacar al movimiento feminista.

 

Salta a la vista la enorme incidencia que tuvieron los nuevos medios de comunicación en el éxito de Milei. Manejó con gran habilidad las plataformas y contó con la estrecha colaboración de especialistas en redes sociales. Utilizó ese cimiento -como su padrino Trump- para divulgar noticias falsas. Tenía incluso preparada una fantasiosa denuncia de fraude para lidiar con resultados electorales adversos.

 

El libertario aprovechó también el clima posmoderno de disolución de la verdad y pérdida de confianza en la razón, para exponer propuestas disparatadas, contradecir sus afirmaciones y sostener inconsistencias sin sonrojarse.

 

Frente al impacto generado por su inesperado triunfo se han multiplicado las explicaciones, que enuncian causas sin privilegiar los determinantes económicos y políticos de la marea violeta. Particularmente el peronismo se encuentra en estado de shock y sus pensadores sustituyen la evaluación concreta de lo ocurrido por descripciones (inflación, deuda), generalidades (ascenso de la derecha) o meras justificaciones (pandemia, guerra, sequía).

 

Otros convocan a posponer el balance (̈es necesario pensar la derrota ̈) o a soslayarlo (̈para evitar mayores daños ̈). Algunos optan por la crítica a los votantes (¨los pueblos se equivocan ̈), con una mirada paradójicamente emparentada con la denigración derechista de Argentina (̈país de mierda¨). La evaluación política del kirchnerismo que intentan eludir, es el único camino para esclarecer el complejo escenario creado por Milei.

Fuente: Huele a azufre / Autor: Claudio Katz

 

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